El creyente tiene seguridad de su salvación, porque Dios juró para darnos la certeza que nuestra esperanza es segura y firme.
1- Dios juró (Vs. 13-16). Abraham es un ejemplo de alguien que confía en las promesas de su Señor, a pesar de las dificultades y circunstancias. Lo primero es que Abraham creyó y le fue contado por justicia, es decir que la salvación se basó en la fe que Dios dio a Abraham, luego el resultado de su fe eran las obras; La fe que salva siempre es una fe activa que obra. Dios juró por sí mismo. No existe nadie más fiel, más poderoso y justo que Dios, así que él juró por su propia reputación, en base a su propia justicia. Esto quiere decir que Dios ha comunicado la firmeza y seguridad de que él va a cumplir su palabra con la máxima expresión que nosotros pudiéramos tener y comprender, entendiendo que el juramento es lo máximo en la esfera humana.
2- Para darnos la certeza (Vs. 17-18). ¿Por qué Dios puede jurar y nosotros no? Él es la definición de la pureza y la justicia, es lógico pensar que sí es lícito para Dios jurar porque él siempre puede cumplir. Él es eterno, y su intención de jurar no es suplir una falta de confianza en su palabra. Entonces, Dios no juró para él, sino que lo hizo para nosotros. Su deseo era hacernos ver la inmutabilidad de su consejo; por eso garantizó su palabra con juramento. Somos herederos de la promesa que Dios hizo con Abraham, y recibimos la bendición que Dios trajo a través de la simiente de Abraham. Si somos herederos, entonces la bendición es legalmente nuestra. Dios quiere que tu consuelo sea tan fuerte que jamás lo dudes; Que en los tiempos de angustia puedas aferrarte a este consuelo, acudir al juramento divino y decir: Sé que Dios va a terminar la obra que comenzó en mí. El heredero es alguien que ha huido (del mundo y sus placeres, de la ira de Dios, del pecado), para refugiarse en Dios y su gracia. Esta es su promesa. Él va a salvar a todos los que creen en su hijo Jesucristo.
3- Que nuestra esperanza es segura y firme (Vs. 19-20). Nuestra ancla es nuestra esperanza, y está atada firmemente por dos cuerdas; la promesa y el juramento de Dios. No importa lo que pase, si estás anclado, ya estás seguro: Nuestra esperanza es como un ancla que fue llevada al tabernáculo celestial y amarrada en el lugar santísimo en la misma presencia de Dios, entonces ese es nuestro destino final. No importa si perdemos nuestro rumbo momentáneamente, no importa si dejamos de remar por un momento, nuestro ancla está dentro del velo, y tarde o temprano tenemos que llegar. Cristo es un Sumo Sacerdote mucho mejor en todo sentido respecto a los sistemas judíos. Pero la diferencia más grande y bella entre Cristo y los sacerdotes de Aarón, es que Jesús entró por nosotros como precursor, precediendo nuestra entrada: Es decir que entró para que nosotros también entráramos. Ningún sacerdote en el antiguo testamento hizo esto. Ninguno de ellos pudo dar acceso al pueblo al lugar santísimo, sólo Cristo.
Aplicación
Si has nacido de nuevo, ¿estas proclamando vigorosa e intencionadamente el mensaje del evangelio? ¿Sigues trabajando con tus fuerzas o tu o confías en la obra de Cristo? ¿Crees estas certezas de salvación o lo sigues dudando? ¿Qué más quieres que Cristo haga por ti? ¿Qué más estás esperando para confiar en él? ¿Qué otra cosa puede hacer para demostrar que estamos seguros en él?