El creyente verdadero hace el bien ante Dios y bendice a la familia de la fe.
● Compartiendo con quienes nos enseñan (v.6)
Nos encontramos con un llamado personal, cada creyente que es enseñado en la palabra, debe compartir toda cosa buena con sus pastores, es la palabra de Dios la que los pastores deben enseñar e instruir a otros; predicándola, anunciando el consejo divino y no enseñorearse de la congregación, eso traerá naturalmente consigo responsabilidades como hijos de Dios, pero no debe limitarse solo al apoyo financiero” sino también existir una “relación correcta entre maestro y discípulo, o ministro y congregación, esta es ‘comunión’.
● Invirtiendo en lo espiritual (vs.7-9)
En general en nuestra vida cristiana no solo es importante lo que hacemos sino cómo lo hacemos y tenemos principios bíblicos que podemos aplicar a cómo hacemos las cosas, “cada uno dé como propuso en su corazón, sean hechas con amor, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;” Pablo les recordó el principio divino de sembrar y segar, tiene aplicación más allá de dar y apoyar a maestros sino también la forma en que administramos nuestros recursos ante el Señor. Sembrar para la carne tiene que ver con hacer concesiones a los deseos de la carne, el resultado natural al invertir en la carne es obtener “corrupción”, el pecado corrompe, y si no se enfrenta, siempre conduce al empeoramiento progresivo del carácter de la persona, la siembra para el espíritu, no es otra cosa que “andar en Espíritu” trae resultados completamente diferentes cosechamos vida eterna no es solo la vida que dura para siempre sino que también se refiere a la calidad de vida más alta a la que podemos aspirar, no en términos terrenales sino espirituales, vivir en la voluntad de Dios, podemos cansarnos, ya que andar en el Espíritu, requiere paciencia es fácil llegar a desanimarse, pero nuestro llamado y responsabilidad es a continuar hacia adelante en busca de los frutos eternos.
● Haciendo el bien a todos (v.10)
Esto es mostrar el fruto del Espíritu a quienes nos rodean, servir a nuestros hermanos como Dios quiere que lo hagamos, dar y compartir lo necesario para aquellos que lo necesitan, tenemos un llamado general a hacer el bien, tenemos prioridades y debemos partir por nuestra familia en Cristo; no puedo pretender estar honrando a Dios sirviendo a los de afuera si no comienzo por el cuerpo al cual pertenezco, ambas instancias debo estar presente pero con la familia de la fe como prioridad. Nuestro amor por los hermanos en la fe es prueba básica de nuestro amor a Dios.
Aplicación
Compartiendo con quienes nos enseñan:
¿Estoy haciendo partícipe de toda buena cosa a nuestros enseñadores? ¿Estoy efectuando este mandato sólo en términos financieros?
Invirtiendo en lo espiritual:
¿Estoy preocupado de sembrar lo espiritual o lo carnal? ¿Dónde estoy invirtiendo mis esfuerzos? ¿Estoy siendo paciente e incansable en mi labor como creyente?
Haciendo el bien a todos:
¿Estoy demostrando el amor de Cristo a mis hermanos de manera práctica? ¿Permito que mis hermanos
puedan servirme y ser de bendición?