Los creyentes examinan su vida ante la superioridad de Cristo y, como resultado, vuelven a su Salvador.
● Arrepintiéndose del pecado (v. 1a). El autor utiliza la figura de una carrera para representar la vida del creyente en la tierra. Un atleta, para correr una carrera, debe dejar todo peso que le estorbe: en este caso, los hebreos debían dejar de confiar en su tradición religiosa (peso) y confiar solo en Jesucristo. Los creyentes debemos, constantemente, examinarnos respecto a nuestra actitud ante el Señorío de Cristo y el llamado es que nos despojemos todo peso y del pecado que nos molesta para correr.
La carta a los Efesios nos ofrece una guía para esto último (Ef. 4. 22-32). Un arrepentimiento verdadero debe incluir: 1) despojarse del viejo hombre, 2) renovarse y 3) vestirse del hombre nuevo. Ej.: “Quítense [despojarse] de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed [vestirse] benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo [renovarse]” (vv. 31-32)
● Continúan la carrera del evangelio (v. 1b). No sólo debemos arrepentirnos, sino seguir esta carrera “con paciencia”. Paciencia es determinación para perseverar, a pesar de las circunstancias. El autor les recuerda que vivimos una carrera, del griego /agon/ una agonía, una carrera de largo aliento, una maratón. Esa es la vida cristiana, no una carrera de velocidad como la estaban viviendo los hebreos, sino una carrera con obstáculos que vendrían y de los que debían estar conscientes. Si héroes de la fe como Abraham, Moisés, Rahab y David tuvieron paciencia, ¿podremos tenerla nosotros? Su Dios es el mismo que el nuestro.
● Considerando a Jesús y su ejemplo sublime (vv.2-3). Debemos seguir el ejemplo de la fe de Jesús (el “autor y consumador de la fe”), quién acabó su misión visualizando el gozo futuro. ¿Cuál fue su gozo? Su gozo fue doble: 1) hacer la voluntad del Padre en la tierra y 2) volver a estar junto al Padre por la eternidad. Debemos correr mirando diariamente el ejemplo de Jesús, “poniendo los ojos en él” y también en aquella recompensa que él nos dará: una corona incorruptible. Vivimos en la tierra para reflejar al Padre, para que sus atributos sean conocidos por medio de nosotros. Es como si corriésemos una carrera en la que damos a conocer un producto y procuramos que ese producto se vea lo más atractivo posible, gracias los medios que hemos recibido para que luzca así.
Aplicación
● Arrepintiéndose del pecado (v. 1): ¿Es Cristo lo más importante en mi vida? o ¿hay cosas que me están distrayendo y me llevan a dejar de confiar en Cristo? ¿Es Cristo mi Señor? ¿Luce mi vida como si fuera mi Señor? ¿Mi carácter refleja a Cristo y mis acciones obedecen a Cristo? Cristo es: bueno, compasivo, fiel, verdadero, amoroso, santo, pacífico, alegre… ¿Me caracteriza por eso? Cristo ordenó: que amaramos a Dios y al prójimo y que hiciéramos discípulos a todas las naciones. ¿Son estos los objetivos de mis días? ¿Mis acciones los intencionan? Si Cristo no es mayor a todo, debemos arrepentirnos: dejar de lado todo el peso, sacar de nosotros lo que nos impide avanzar.
● Continúan la carrera del evangelio (v. 1b): Las Escrituras señalan la paciencia como requisito necesario para adorar a Dios. ¿Cómo está tu paciencia? ¿Te frustras pronto y has dejado todo tirado? ¿Sigue Dios siendo poderoso para sostenerte?
● Considerando a Jesús y su ejemplo sublime (vv.2-3): ¿Cómo enfrentas tu vida hoy? ¿Dónde estás buscando ayuda: dinero, descanso, opiniones de otros, terapias, doctores, la situación del país, alguien a quien sigues… Todas estas son cosas a corto plazo, al día siguiente pueden desaparecer. ¿Dónde están puestos tus ojos? ¿A quién estás considerando como lo más preciado para ti diariamente?